Ya hemos mencionado en muchas ocasiones, y lo hemos escuchado muchas más veces, que el árbitro no sólo debe manejar con soltura las reglas de juego y la mecánica de arbitraje, sino que existen otros factores que determinan la aceptación y el éxito de su labor. La comprensión del juego, la capacidad para aplicar ventaja/desventaja, la razón subyacente a cada norma, la intención de cada regla, su aplicación práctica, el sentido común, la lógica… Muchos son los factores que conforman el engranaje de un buen arbitraje.
La carrera de un árbitro es larga, por lo general, más que la de un jugador. Del mismo modo, una temporada se prolonga durante casi 10 meses, un período de tiempo lo suficientemente amplio como para que atravesemos diferentes etapas, no sólo en cuanto a preparación física, estado de la competición, presión de cada partido, sino también en relación con nuestro estado psicológico:
cansancio mental, motivación (positiva o negativa, dependiendo de cómo veamos valorado nuestro trabajo), confianza, etc.
De este último punto vamos a hablar en esta ocasión. A nadie escapa que en cualquier campo de la vida, la confianza es fundamental para el correcto desempeño de cualquier función.
El mundo del deporte y, más concretamente, del arbitraje, no es una excepción. En gran medida, el nivel de autoconfianza será el motor que empuje un buen arbitraje.
DEFINICIONES
Los psicólogos del deporte definen la autoconfianza como “la creencia de que se puede realizar satisfactoriamente una conducta deseada”, es decir, asumir que el éxito está a nuestro
alcance. Consiste, a grandes rasgos, en tener un planteamiento mental positivo sobre la labor que tenemos que desarrollar, siempre de manera realista para no pecar de falta o exceso de confianza.
La confianza en las posibilidades de uno mismo conlleva una serie de ventajas para su labor.
1. Favorece la CONCENTRACIÓN, puesto que cuando una persona confía en sus posibilidades, su mente no se ve atacada por presiones internas, permitiendo una mejor focalización en su trabajo. Al confiar, centrará su pre-ocupación en desarrollar su labor como sabe, no en preocuparse en si lo hace bien o mal.
2. Ayuda a MOTIVARSE, puesto que activa las emociones positivas y los factores relacionados, como la seguridad, tranquilidad o relajación.
Todos estos factores, unidos, aportan la motivación necesaria para conseguir los objetivos, fortaleciendo al árbitro en una actitud positiva de no ceder ante las dificultades, manteniéndose tranquilo, relajado, asertivo y enérgico.
3. Influye en el establecimiento de OBJETIVOS, puesto que el árbitro seguro de sí mismo tenderá a fijarse unos objetivos estimulantes y a disfrutar en su consecución.
4. Aumenta el ESFUERZO, ya que, al confiar en nuestras capacidades, vemos este esfuerzo como un camino de disfrute en la consecución de los objetivos.
5. Afecta al ESTILO DE ARBITRAJE. La manera de enfocar un partido deja de ser ‘arbitrar para no fallar’ y pasa a ser ‘arbitrar para acertar’.
El árbitro seguro de sí mismo no teme correr riesgos y asume el control del partido. No tiene miedo a que algo se le pueda escapar (arbitrar para no fallar), sino que actúa con decisión, sin titubeos, sin temor (arbitrar para acertar).
6. Facilita la CONVIVENCIA CON LA PRESIÓN. La confianza, las emociones positivas, la motivación, la concentración, el esfuerzo, crean un mayor grado de relajación mental y, al confiar en uno mismo, no crea un estado de presión sobre lo que sucede a su alrededor.
El grado ÓPTIMO de confianza es aquel en el que el árbitro está convencido de que puede alcanzar los objetivos marcados mediante su esfuerzo, pero siempre unos objetivos realistas.
Se pueden cometer errores o sufrir pérdidas de concentración, pero si la autoconfianza es la óptima, ayudará a afrontar esos reveses manteniendo el mismo nivel de esfuerzo. Cada persona debe conocerse para alcanzar ese grado óptima de confianza, sin pecar por defecto ni por exceso.
La FALTA DE CONFIANZA en árbitros que poseen las destrezas y habilidades técnicas precisas para lograr un correcto desempeño de su trabajo crea una carencia en su capacidad para poner en práctica esas destrezas y habilidades que posee, no desarrollando al máximo sus virtudes.
Las dudas sobre uno mismo debilitan el rendimiento, aumentan la ansiedad, quiebran la concentración y provocan indecisión. Estas personas centran más su atención en sus puntos débiles o carencias (o lo que ellos presuponen debilidades) antes que en sus puntos fuertes, sus habilidades.
Por otro lado, el EXCESO de confianza en uno mismo conlleva una falsa seguridad en su labor.
Disminuye su rendimiento al pensar que no tienen que prepararse o esforzarse, pues son tan buenos que todo les llega por inspiración divina.
Son casi intocables, son los poseedores de la verdad absoluta y, lógicamente, no aceptan sus errores, no son autocríticos y suelen tener problemas con los participantes.
FERNANDO GARZÓN ALONSO
DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES
CLUB DEL ÁRBITRO FEB
Fuente: www.arbitrosabs.blogspot.com
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